domingo, 14 de octubre de 2012

El Vuelo de la Inteligencia



El vuelo de la inteligencia  



Autor: José Antonio Marina

Psicología evolutiva de la inteligencia
Para avanzar con resolución en la vida hay que desarrollar un nivel de inteligencia que permita inventar soluciones y marchar con decisión. La inteligencia humana es una mezcla de conocimiento y valor. Es nuestro gran recurso para alejarnos de la tiranía de los instintos y ampliar nuestro ámbito vital. Gracias a la inteligencia la historia humana está plagada de grandezas pero también de estupideces y crueldades. La humanidad ha explotado las minas para obtener metales y dinamitas que han servido para asesinarnos entre nosotros, hemos inventado la bomba biológica y la penicilina, hemos creado los instrumentos musicales y los de tortura, la heroína de novela y la de jeringuilla. Nuestra historia de cinco millones de años es un indeciso juego de determinismo y libertad. Para no retroceder a la selva de la brutalidad debemos decidir si avanzar o retroceder, dejarse llevar por lo fácil implica un retroceso.

El inicio del vuelo de la inteligencia
Nuestras posibilidades y nuestros recursos
Compartimos con los animales muchas funciones mentales. Cuando un halcón persigue a su presa, adapta su velocidad, calcula el ángulo de incidencia para abatirse sobre ella y no golpearse contra un peñasco. Nosotros hacemos estos cálculos constantemente sin darnos cuenta al andar, correr, jugar, etc. El cerebro es un complejísimo cuarto de maquinas de donde surgen movimientos, deseos, sentimientos. La especie humana dió el gran salto cuando aprendió a manejar este cuarto de máquinas. Transfiguramos las operaciones que realizamos en función de nuestros propósitos. Podemos regular nuestras reacciones a los estímulos externos e internos y hasta los podemos elegir aunque no nos interese. Aprendemos no sólo lo que la situación y sus necesidades nos fuerzan a aprender. Aprendemos a través de premios y castigos pero además decidimos lo que queremos aprender. Decidimos ampliar la memoria a medida que asimilamos nuevos conocimientos. La mirada inteligente busca lo que le interesa pero solemos mirar con desidia por pasividad o pereza y desperdiciamos interesantes posibilidades. El dibujante aprende a descubrir en cada cosa la línea que la define tiene una mirada sabia, así como el poeta da un significado particular a lo que ve. La realidad está esperando que le indiquemos cuál es nuestro proyecto para colaborar con nosotros, debes aprender a mirarla con intencionalidad.
Un proyecto es la anticipación del futuro que deseamos y nos vamos a esforzar en conseguir. Al plantearnos un proyecto nos surgen preguntas para afianzar los deseos decididos que incluyen un plan de acción. Un gran logro de la inteligencia humana es poder prever lo que va a suceder, dirigir las acciones a la meta pensada, evaluada, decidida. Esta habilidad maravillosa permite ver y organizar el mundo de manera diferente. Cada proyecto desvela significados inéditos, nuevas posibilidades en la realidad. Frente a un paisaje de encinas y jaras un pintor encontrara formas y colores, un cazador rastros y madrigueras, un botánico descubrirá una humildísima orquídea. Cada cual interpretara la realidad de acuerdo con sus proyectos, que son los grandes activadores de significados. Bajo su luz, las cosas, las ideas, las formas no hacen señas como cómplices de un destino común. Los deprimidos no pueden navegar el futuro, el mundo les parece desolado, inhóspito y falto de sentido. Un proyecto puede despertar energías dormidas y significados inesperados. La capacidad de pensar en cosas que podrían existir nos permite descubrir o inventar posibilidades. Los humanos no nos contentamos con conocer lo que hay, con poseer lo que poseemos. Es una ambigua insatisfacción que puede ser magnánima o mezquina, que nos impide reposar. El proyecto actúa como un proyectil para horadar la realidad y ampliarla  con lo posible. La realidad no está decidida del todo, está aguardando que acabemos de definirla. Apoyándonos en las cosas dadas vamos más allá de las cosas dadas. El ingenio humano cambia la respuesta de la materia ante la fuerza de gravedad, lo propio de la materia es caer, lo propio de la arquitectura es mantener el arco en pie. Las cosas adquieren propiedades nuevas cuando vamos hacia ellas con nuevos proyectos como lo es la conversión del golpe ronco de una cascada en luz. Antes hubo que proponérselo e inventar la turbina. Cada punto se convierte en la intersección virtual de infinitas rectas, cada palmo de tierra es encrucijada de innumerables caminos; cada palabra, matriz de incontables frases. Todas las plantas esparcen sus semillas por distintos procedimientos, para asegurar la supervivencia de la especie pero hay que recoger los granos de trigo uno a uno, el hombre consiguió espigas solidarias cuyos granos esperan agrupados la recolección pero esos trigos seleccionados ya no pueden sobrevivir en la naturaleza sin la intervención humana. Se han vuelto vegetales domésticos porque han entrado a formar parte de nuestros proyectos. Cuando un escritor de canciones o un poeta escribe sus obras utiliza un material cotidiano como las palabras de todos los días para inventar nuevas posibilidades lingüísticas ampliando nuestra mirada hasta más allá de lo visible, eleva nuestro ánimo. El arte transfigura la realidad pero no la cambia sólo nos muestra que es posible hacer cosas grandes con utensilios pequeños: un pincel, una pluma, un violín ante lo cual el espectador siente euforia.
A través de la poesía se transfigura la alcachofa en guerrero, el sol en capitán de feria, y el cielo en globo de juguete.
La inteligencia debe ennoblecer el significado de las cosas, embellecer la vida diaria, porque de lo contrario acaba intoxicándonos la mediocridad, la rutina y la pereza. Nuestros proyectos, nuestras necesidades, nuestras aspiraciones chocan contra la realidad. Muchas veces podremos cambiar nuestras metas pero en otras ocasiones habrá que cambiar la realidad.
Debemos identificar el tipo de problema, que suele ser:
No sé lo que quiero, se lo que quiero pero no sé cómo conseguirlo, se cómo conseguirlo pero no me atrevo. Me he atrevido pero he fracasado.
No podemos separar la inteligencia de la acción, de los sentimientos, de la voluntad, del empeño. Un drogadicto sabe que la solución está en dejar la droga pero la dificultad está en dejarla, sólo cuando lo haya hecho estará resuelto su problema por eso necesitamos fortalecer la inteligencia resuelta.
La valentía, la decisión, el ánimo forman parte de la inteligencia humana. No es sólo conocer, ni resolver ecuaciones, ni jugar al ajedrez sino dirigir el comportamiento para resolver bien nuestros problemas vitales, afectivos o profesionales para poder elegir nuestras metas y poder realizarlas con una finalidad práctica. Es una ayuda para acercarnos a la felicidad personal y al bienestar social.
Al igual que a los deportistas les cambia la musculatura que se hace más fuerte para responder a las exigencias que se plantea así mismo debemos cambiar para obtener resultados diferentes en nuestra realidad. Como decía Einstein “si sigues haciendo lo mismo obtendrás los mis mismos resultados”

Capítulo I La inteligencia y el lenguaje
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La inteligencia humana tiene la paradójica capacidad de construirse a sí misma. Eso si es un gran vuelo.
Pensamos con palabras, hacemos planes con palabras, nos comunicamos con ellas. Estamos constantemente hablándonos, haciéndonos preguntas, criticándonos. El lenguaje es una creación muy sofisticada y compleja. El hombre comenzó a hablar hace ciento veinte mil años y lo inventó una inteligencia muda. El hecho que podamos construir un número infinito de frases, resulta incomprensible su invención. El hombre inventó signos que le capacitaron para inventar nuevos signos. Cada vez que decimos una frase resuena en nosotros la sabiduría creadora de millones de humanos.
El lenguaje tiene que formar parte necesariamente de nuestro proyecto de inteligencia porque no es sólo un medio para comunicarnos con los demás sino con nosotros mismos.
El niño comienza obedeciendo a su madre y acaba obedeciéndose a sí mismo. Dirige las preguntas que se hace a su propia memoria porque concreta qué es lo que queremos conocer. La palabra hace navegable nuestra propia memoria. No sólo nos hacemos preguntas, sino que nos damos órdenes. El niño aprende su libertad obedeciendo. Lo que llamamos voluntad, ese conjunto de destrezas al servicio del sujeto y de su liberación, llega al niño desde fuera. Hacia los 4 años comienza a darse órdenes a sí mismo. Conseguimos ser inteligentes cuando obedecemos las órdenes que nos damos a nosotros mismos. Las que han sido fruto de una deliberación que tiene en cuenta lo que deseamos, las consecuencias de nuestra acción, los conocimientos almacenados, los errores vividos, los valores que queremos proteger.
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El lenguaje, estructura básica de nuestra inteligencia, interviene en la construcción de la libertad personal, nuestra vida intelectual y afectiva.  La transfiguración de la inteligencia aparece cuando somos capaces de iniciar, controlar y dirigir nuestras operaciones mentales a través de la voluntad. Una persona incapaz de controlar sus impulsos no es inteligente. La impulsividad se manifiesta por actuar antes de pensar, cambiar con excesiva frecuencia de una actividad a otra, dificultad para organizarse o cuando se es impaciente. Para evitar el impulso hay que detenerse a pensar lo que se va a hacer y es importante porque hace falta tiempo para deliberar, evaluar el curso de la acción, tener en cuenta las consecuencias y aprovechar las experiencias propias y ajenas.
El niño está a merced de las ganas y del estimulo, es decir, de coacciones interiores y exteriores. 
El control de la conducta se va configurando en varias etapas.
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Controlar el impulso
Deliberar. Seremos más inteligentes y más libres cuando conozcamos mejor la realidad, sepamos evaluarla mejor, seamos capaces de abrir más caminos o posibilidades en ella.
Una cosa es saber lo que sería conveniente que hiciéramos y otra cosa es hacerlo.
Al ver un árbol se tiene frente a si un afilado volumen verde oscuro (conocimiento perceptivo), es un cipres (conocimiento conceptual) y además es bello (conocimiento estético)
Podemos someter nuestra acción al régimen de los valores sentidos o al régimen de los valores pensados. Nos liberamos del determinismo de las ganas o el determinismo de la situación cuando mantenemos abierta la capacidad de dirigir nuestra conducta por valores pensados. Se trata de pasar del régimen del impulso al régimen de la inteligencia.
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La tercera etapa es decidir. Toda decisión implica un riesgo, al elegir una posibilidad, abandonamos otra. Una persona puede desear al mismo tiempo cosas contradictorias pero intentar alcanzar ambos deseos le llevaría al fracaso. Estamos movidos por intereses y deseos encontrados, entre los cuales tenemos que elegir. El miedo por ejemplo, suele ser el gran obstáculo para tomar decisiones. La inteligencia es la capacidad para resolver problemas vitales por lo cual no puede ser considerado muy inteligente quien no sea capaz de decidir, aunque dentro de su refugio resuelva con soltura problemas de trigonometría.
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Mantener una decisión mientras se ejecuta es difícil. Una decisión global tiene que completarse con decisiones concretas, en situaciones concretas, cuando nuestro estado de ánimo puede ser muy diferente al que teníamos cuando tomamos la gran decisión.
En el concepto tradicional de voluntad, una persona dejaba la dieta porque carecía de ella, una decisión y una sentencia circular. Se entendía por voluntad la facultad de seguir un régimen a pesar de lo que costara. La nueva voluntad no es una facultad todopoderosa, es una actividad animal transfigurada por la inteligencia. La conducta de los animales superiores esta activada y dirigida por sistemas de motivación. Los deseos, los hábitos, los premios o castigos van esculpiendo el comportamiento. La inteligencia va a integrar esos deseos dentro de un proyecto nuevo: conseguir la autonomía personal, lo que supone seguir unas veces los impulsos y otras veces no. La nueva voluntad es la motivación inteligente. No es una facultad sino fruto de un aprendizaje.
La inteligencia consigue sus fines con astucia. Es negociadora entre fuerzas íntimas en conflicto. Para triunfar, debe saber por lo menos que los pequeños triunfos alegran y dan ánimo para renovar la decisión. Por eso, hará bien en marcarse metas lo suficientemente difíciles para que pueda enorgullecerse de conseguirlas, pero no tan difíciles que el fracaso sea previsible. El sentimiento de la propia eficacia es una poderosa fuente de energía.

Admitida la importancia de la motivación inteligente, analicemos tres elementos educativos de gran importancia para facilitar la realización del empeño.
1.- Conviene crear un hábito firme para pasar de la decisión a la acción.  En el “deber”, como se interpreta tradicionalmente, es obligación, no diálogo.
Tenemos una paradoja de la inteligencia, crea comportamientos libres a partir de mecanismos no libres. Crea actos voluntarios utilizando procedimientos automáticos.
Lo que llamábamos voluntad es un hábito fuertemente implantado que nos exige cumplir las decisiones tomadas. Este hábito puede producir efectos positivos o negativos. Los fanáticos son voluntariosos. Los obsesos del deber pueden cometer excesos. Esta ambigüedad exige que en nuestro proyecto de inteligencia redefinamos una nueva voluntad. La voluntad no es buena por ser voluntad, sino por ser inteligente. Solo en este caso, el automatismo de la voluntad, cumplir lo deliberado o cumplir el deber, se convierte en fuente de autonomía, al depender de la deliberación inteligente.
2.- Para mantener la acción proyectada hace falta ser capaz de aplazar la recompensa. Se hizo experimento con niños a los que se les ofrecía un caramelo en el momento pero si eran capaces de esperar 15 minutos, recibían dos. Los niños que supieron esperar, años más tarde, mostraron tener más eficiencia personal, eran más emprendedores y más capaces de afrontar las frustraciones de la vida.
Se trataba de adolescentes que no retrocedían ante la dificultad. Por desgracia, muchos mecanismos de nuestra sociedad de consumo incitan a la gratificación inmediata. Lo que produce una enorme vulnerabilidad en los sistemas de autocontrol. Como se evidencia en los anuncios comerciales “¿A qué esperas? Tenlo ya”
3.- Capacidad de resistir a la frustración. Es un asunto complejo que depende en parte de la educación. Cada cultura señala los niveles de molestia e incluso de dolor, soportables y que esto influye en la experiencia. El consumo de drogas o fármacos puede ser una de sus consecuencias.

Capítulo II El bello discurrir de un sutil rio
Ya analizamos que la palabra es protagonista en los sistemas de autocontrol ahora revisamos que también lo es en el conocimiento.
Mediante el lenguaje, la madre enseña al niño los planos del mundo que tiene que construir.
Para un físico, los colores de la mañana son franjas del espectro electromagnético. Para los hombres primitivos esos colores vibrantes eran la despedida del sol, un momento de angustia porque no sabían si volvería.
El lenguaje no sólo transmite el modo que tiene una cultura de interpretar el mundo, sino, sobre todo, la experiencia ancestral que el hombre ha adquirido sobre sí mismo. El gran vuelo de la inteligencia es la liberación de los estímulos, el reconocimiento de las actividades propias, la habilidad para dominarlas cada vez con mayor perfección, el aprender a volver reflexivamente la mirada, la destreza para inventar planes y anticipar el futuro, todas las aventuras y dramas de la humanidad están transmitidos y hecho posible por el lenguaje.
Poner nombre a las cosas no da más información sino una manera de manejar la información. Permite enlazar informaciones de forma coherente. La inteligencia no se parece a una galería fotográfica sino a un rio que discurre, fluye.
Debemos  recuperar la sana estrategia de los niños que preguntan continuamente ¿Qué es? ¿Por qué es así? y ¿Usted cómo lo sabe?
El castellano procede del latín pero ha acogido palabras árabes, griegas, francesas, inglesas, creaciones anónimas.
Estamos elaborando un proyecto de inteligencia. Tiene que ampliar nuestras posibilidades vitales, nuestra habilidad para resolver problemas y nuestras opciones para ser feliz. La inteligencia que pretendemos tiene que saber aprender y sobre todo tiene que disfrutar aprendiendo.
Los conceptos que no se enlazan con conocimientos ya aprendidos se pierden, no encuentran sustento para subsistir y se desvanecen.
El entrenamiento es exclusivo del ser humano. No está determinado por la conjunción de los genes y del ambiente sino por fines libremente inventados y aceptados. En su origen hay un proyecto. La inteligencia es cuestión de entrenamiento que tiene sus técnicas y estrategias.
Necesitamos comprender lo que queremos aprender. La memoria humana tiene muchas dificultades para conservar  datos que no tengan significado y el significado se lo da la conexión con otros datos o informaciones.
Comprender significa agarrar varias cosas a la vez, integrar varias palabras en un significado único.  Las palabras son sólo pistas para entender lo que se nos quiere decir porque dependiendo del contexto o las situaciones significarán cosas distintas. Ejemplo, para entender esta expresión “Cada vez te pareces más a tu madre”  hace falta saber qué opina el hablante acerca de la madre en cuestión.
Vivimos en un ambiente repleto de conocimientos a medias que son a la vez ignorancias a medias, o de verdades a medias que son también errores a medias. Eso deja el campo libre a manipulaciones, desinformación y creación de prejuicios.
Necesitamos aprender muchas cosas porque es el único modo de obtener autonomía, deliberar bien, de impedir que nos engañen. Siempre comprendemos algo a partir de lo que ya sabemos y quien sepa muy poco, comprenderá muy poco.
Después de entender una cosa, hay que aprenderla y cuando se tiene mala memoria es preciso repetirla muchas veces, de muchas maneras, haciendo resúmenes o gráficos, repasando, poniendo ejemplos concretos. Aprender es una actividad muy activa como entrenarse para jugar al baloncesto.
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Hacerse entender supone la decisión de conseguirlo y el deseo de que la otra persona entienda.
Hay que dar suficientes pistas para que el otro reconstruya lo que se quiere decir, lo que exige al receptor averiguar cómo es la otra persona, sus presuposiciones, expectativas, creencias y situar sus pistas donde el otro pueda encontrarlas.
La inteligencia que deseamos debe ser eficaz lingüísticamente ya que con el lenguaje no sólo nos comunicamos con los demás sino con nosotros mismos.
La inteligencia humana es una fabulosa combinación de conocimientos, actitudes, sentimientos y actos. La palabra fracasa cuando no sirve para comunicar ni para entenderse ni para organizar la conciencia. La culpa la puede tener el hablante, porque es confuso, reservado o mentiroso. Otras veces, la tiene el oyente por falta de comprensión, se deja llevar por prejuicios y su impaciencia. Frecuentemente la culpa es de ambos. 

Capítulo III ¿Y si el corazón se queda?
Nadie elige su amor, ni sentimiento, ni su alegría. Los sentimientos nos embargan, invaden y zarandean, ahogan, exaltan, no somos sus protagonistas sino sus víctimas o sus beneficiarios. Pasiones porque se sufren o afectos porque nos afectan (Yo agrego: emociones porque nos mueven).
La razón puede ir en una dirección y los sentimientos en otra. A veces la inteligencia no puede dirigir a los alborotos anímicos. El arte, la educación alteran nuestras emociones. La palabra también anima y emociona.
Nuestro mundo afectivo está compuesto por tres experiencias: los deseos, los sentimientos objetivos y los sentimientos balance.
Los deseos son la tendencia hacia algún bien que no tenemos, y cuya falta nos desazona. Impulsan a la acción y pueden ir acompañados de sentimientos: ansiedad, desasosiego, inquietud. Ejemplo el hambre, la sed, el deseo sexual, el afán de poder, la necesidad de ser querido, el ansia de riqueza o de triunfo.
Los sentimientos objetivos son los que están desencadenados por la aparición de un objeto, una situación o una persona. Por ejemplo, el sentimiento ante la belleza o la admiración o la sorpresa o el sentimiento ante lo cómico. La educación intenta orientar los sentimientos hacia lo correcto, por su parte, las técnicas de publicidad y mercadeo pretenden manejar a su antojo los resortes afectivos del futuro cliente. Así se crean modas y también muchas formas de adoctrinamiento.
Los sentimientos balance son los que evalúan nuestra situación diaria. Ejemplo la alegría, la tristeza, la furia, el miedo son el resultado de consciente de un balance de nuestra situación, nos informan de nuestras circunstancias. En cinco minutos de conversación se puede cambiar varias veces de sentimientos.
Otra característica de los sentimientos balance es que suscitan una nueva tendencia. Por ejemplo, el miedo nos incita a huir; la ternura, a acercarnos; el asco, a vomitar o a separarnos; la tristeza a apartarnos de todo.
Los sentimientos son experiencias cifradas, como los mensajes de los espías. Una cosa es la claridad de la experiencia y otra cosa muy distinta es la claridad del significado de la experiencia. Analicemos la envidia, ¿Qué significa esa irritación ante el triunfo ajeno? ¿Se siente disminuido? ¿Teme que le hagan sombra? o ¿Culpa al otro de lo malo que le sucede?
Otro ejemplo, los celos, Es la angustia de que le arrebaten el objeto de su amor; no cuentan una historia de amor, sino de posesión e inseguridad. En los celos hay más amor propio que amor.
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En el balance de nuestra situación influyen varios elementos que proceden de nuestra educación o de la cultura en que hemos vivido. Un mismo suceso puede desencadenar sentimientos diferentes en diferentes sociedades. Nuestra cultura está centrada en la autosuficiencia personal, tiene como fundamento el sentimiento de insatisfacción. El mensaje que recibimos y transmitimos es que no hay progreso sin afán de superación, y no hay afán de superación sin estar descontento con lo que se tiene. Fomentamos la competitividad, la avidez, los deseos. Esta es una de las características de nuestro tiempo: la incansable incitación al deseo.  Esto fomenta el esfuerzo pero tiene dos consecuencias no deseables: la insatisfacción continuada puede despeñarnos por la decepción, el desanimo y la depresión. Por su parte, la frustración continuada empuja a la agresividad. No es de extrañar que la depresión y la violencia hayan alcanzado proporciones epidémicas en nuestras sociedades.
Si la cultura influye en las experiencias afectivas, entonces la educación también influirá.
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Todos tenemos un estilo afectivo, tendemos a interpretar lo que nos sucede de manera ya sea optimista o pesimista, somos iracundos o miedosos, disfrutamos con las cosas o nos aburrimos con frecuencia. Estos estilos falsean el balance de nuestra situación. Nos hacen tener miedos injustificados, nos desalientan con facilidad, impulsan nuestra agresividad, fomentan la frivolidad y cosas semejantes. Pueden facilitarnos la vida o complicarla notoriamente ¿Podemos educar estos estilos afectivos?, la respuesta es SI pero puede ser difícil. Si durante años nos hemos dicho a nosotros mismos que todo lo que nos sucedía era una sucesión de fracasos y que esa era la comprobación de que no valemos para nada o de que nadie nos puede querer, cambiar el estilo afectivo es como cambiar de lenguaje y eso no es sencillo.

El balance sentimental está compuesto de varias partidas como en las empresas y son cuatro:
1.- la situación real, lo que nos está pasando con frecuencia no determina por completo nuestra respuesta sentimental. Como dijo Epícteto, filosofo griego y esclavo, “No nos hacen sufrir las cosas, sino las ideas que tenemos de las cosas”.
2.- Las necesidades, deseos o proyectos que tenemos.
3.- El sistema de creencias que tenemos acerca del mundo, acerca de los demás y acerca de cómo se desarrollan las cosas. Ejemplo: mujeres que habían sufrido fracasos familiares en los que habían sido víctimas, y que se encontraban muy deprimidas y con profundos sentimientos de culpabilidad. Tenían una creencia básica: “quien da amor, recibe amor”, “si soy suficientemente cariñosa, agradable, inteligente, atractiva o buena, me van a querer”. Cuando la realidad les hace sentir que no las quieren tendían a sacar la conclusión lógica aunque injustificada: “Luego no he querido lo suficiente, o no he sido lo bastante cariñosa, agradable, inteligente, atractiva o buena para que me quieran”. Es normal entonces que se sintieran culpables. Como las creencias son un fruto cultural, este ingrediente afectivo puede educarse.
4.- La idea que cada uno tiene de sí mismo (self) y de su capacidad para resolver problemas (coping). Todos somos influidos en nuestra manera de sentir por lo que pensamos sobre nosotros, y que en gran parte depende de la imagen que nos reflejan los demás. De ahí la importancia del ambiente afectivo que nos rodea.
Cuando una persona se siente absolutamente incapaz de controlar el ambiente, está a un paso de la depresión y la única solución está en la acción. Gracias a ella podemos ir recuperando la conciencia de nuestra capacidad de hacer cosas.
La solución no es enfrentarse a fuerza de voluntad pura contra el mundo, sino empeñándose en alcanzar pequeñas metas cotidianas, reflexivamente elegidas y celebrarlas cuando las alcancemos.

Capítulo IV  Inteligencia compartida
Al igual que ningún hombre solo pudo inventar el lenguaje así mismo ningún hombre solo ha podido desarrollar los mecanismos psicológicos de la “nueva voluntad”. La autonomía personal sólo puede construirse dentro de un proyecto social. Sólo podemos ser libres viviendo en sociedad. Comprender bien la relación entre individualismo y comunidad, entre independencia y solidaridad permite tomar decisiones importantes en la vida diaria.
Para comprender al  ser humano, sus pensamientos o sus acciones, debemos estudiar la persona y sus circunstancias.  Por eso es tan importante elegir la calidad del entorno en que vivimos. Se podría hablar de una inteligencia grupal, la que comparten los diferentes núcleos humanos como la pareja, familia, empresas, sociedades. La inteligencia compartida influye sobre la inteligencia personal en la vida cotidiana. Cada miembro aspira su propia felicidad pero en un contexto que implique la felicidad del otro. Para mejorar la propia inteligencia debemos entrenarnos nosotros mismos y colaborar en el perfeccionamiento de los grupos a que pertenezco. La inteligencia personal se acrecienta cuando forma parte de un grupo inteligente, de una sociedad inteligente.
En el caso de las empresas, son inteligentes aquellas que sepan coordinar los intereses dispersos de sus empleados dentro de un proyecto general. Se trata de conseguir que un grupo de personas no extraordinarias produzcan resultados extraordinarios. La felicidad personal integrada en una pareja sólo será posible dentro de un proyecto mancomunado; el éxito laboral de una persona sólo será posible dentro de un proyecto mancomunado de empresa. Más aun, la felicidad y la dignidad personal solamente serán posibles dentro de un proyecto mancomunado de sociedad. En cualquier organización inteligente sus miembros tienen que comprender que la consecución de sus metas personales exige la consecución de una meta común.
Los seres humanos actuamos fundamentalmente por tres motivos. Motivaciones extrínsecas a la acción. Por ejemplo ganar dinero. Motivaciones intrínsecas: disfrutar con la actividad, sentirse útil y eficiente, ser reconocido por el grupo, aumentar el propio poder. Por último, una motivación transcendente: colaborar al mejoramiento de la sociedad, encuadrarse en grandes proyectos éticos.  En el caso de las empresas inteligentes saben que funcionan mejor si consiguen unificar tres finalidades: crear valor para los propietarios, crear valor para los empleados y crear valor para la sociedad. Comprender que esas tres metas son interactivas es imprescindible para el éxito. Conviene a todas las partes. Para conseguir sus propios fines la inteligencia personal se ve obligada a colaborar con los fines de otros. La inteligencia compartida se consigue a través del dialogo que es la búsqueda compartida de la razón. Deriva del griego que combina palabra y razón.   

Obstáculos que dificultan la comunicación
1.-  Siempre estamos descifrando señales 
2.- Usamos nuestro propio sistema de códigos, creencias y  prejuicios para descifrar las señales
3.- Mujeres y hombres suelen esperar una cosa distinta del lenguaje.
4.- Toda comunicación es evaluada a la vez en dos planos: cognitivo y afectivo. Es decir, a veces puede uno reconocer que el otro tiene razón pero no nos gusta lo que dice.
Fracasos de la comprensión son fracasos de la inteligencia compartida y no son meramente intelectuales. Muchas veces nos cuesta dar la razón a otro porque nos parece una rendición. Necesitamos a toda costa sentirnos seguros y para ello activamos múltiples sistemas de defensa. Podemos engañarnos a nosotros mismos, racionalizar nuestras preferencias, buscar chivos expiatorios, cambiar nuestra concepción del mundo sólo para protegernos, justificarnos o salvar nuestro amor propio.
Son soluciones de urgencia, que cierran todas las heridas en falso y por las que alguien acabará antes o después pagando. No pasarían un estricto test de inteligencia.

Capítulo V El gran proyecto
La inteligencia se mide por la capacidad de inventar proyectos y de resolver los problemas implicados en la realización de los mismos. Su valor dependerá del valor, la dignidad, la brillantez del proyecto. Debemos valorar la capacidad para resolver problemas de acuerdo con la índole de los problemas que resuelve.
El problema más trascendente para el ser humano se refiere a la consecución de la propia felicidad en medio de una convivencia digna. Las metas privadas sólo pueden alcanzarse dentro de unas grandes metas mancomunadas. La inteligencia capaz de acercarse a la felicidad solamente puede desarrollarse y ejercerse en una sociedad también inteligente. Una sociedad es inteligente si resuelve el máximo número posible de problemas que afectan a la felicidad personal. Para conseguirla cada ser humano debe compaginar su proyecto individual en un marco más amplio, el conyugal, familiar, social, nutriéndolo y nutriéndose entre ellos. Esto es lo que se llama ética pero no interpretándola como es tradicional: un conjunto de prohibiciones, deberes y obligaciones sino como un brillante conjunto de soluciones y posibilidades, un proyecto de humanidad inteligente.
Todo ser humano considera bueno tener derechos. El derecho es un poder simbólico que nos permite alcanzar cosas que no podríamos conseguir con nuestras propias fuerzas. Amplia nuestro camino de acción, nuestras posibilidades. Es lo contrario a la ley de la selva, por ejemplo, podemos conservar nuestra vivienda aunque otros la codicien y sean más fuertes. Otro ejemplo, fabricar un billete cuesta unos céntimos pero ese mismo billete puede valer quinientos euros, el billete vale lo que vale porque la gente va a aceptarlo como medio de pago por ese valor. Si decidiéramos imprimir nuestros billetes no valdrían nada porque nadie los querría. El sistema está basado en un sistema de aceptación mutua. El dinero es dinero por la confianza reciproca en que todo el mundo va a aceptar esa moneda como encarnación de un poder de compra.  Por eso se llama “dinero fiduciario”, dinero basado en la fe.
Los poderes simbólicos, irreales pero eficaces, son una creación de enorme originalidad porque alteran radicalmente el régimen de fuerzas que opera en la naturaleza.
La afirmación de los derechos puede ser una consagración de egoísmo si molesta que los tengan los demás. Sólo serían eficaces si hay el reconocimiento activo de la comunidad. Los derechos individuales se basan en una reciprocidad universal.
Tenemos que decidir si colaboramos en la amplitud del vuelo de la inteligencia o preferimos ser un lastre.

Tres rumbos del gran vuelo:
El arte, que transfigura las apariencias de las cosas.
La ciencia, que conoce mejor lo que sucede.
La ética, que transforma la realidad humana.

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